AMBITOS PARA TODAS LAS MUSAS


EL DIARIO DE RAMÓN MÉRICA - Espacios de la cultura: flamante entrega de Elarqa Nº 31 -


- AMBITOS PARA TODAS LAS MUSAS


- Por Ramón Mérica
(Archivo: DiarioUruguay.com.uy)


El número 31 de la revista Elarqa de Arquitectura y Diseño marca el décimo año de esa audaz empresa editorial. Para remarcar su impronta - hoy, un desafío cumplido con creces - su flamante aparición la encuentra bilingüe, ya que sus editores se han visto obligados a ello dada la enorme repercusión de la revista en Brasil. En el Uruguay, Elarqa sabía que contaba que contaba con fidelísimos adeptos; en Brasil, descubrió que se puede ser un profeta muy potente fuera de casa.


No figura Paraguay ni sus arquitectos en este número bilingüe, pero vista de golpe, parece una edición montada con aires de Mercosur. El conjuro para esta asociación regional de hacedores de arquitectura se rotula Espacios de la cultura y abarca sitios culturales, teatros, museos y ámbitos de inspiración creativa de Argentina, Uruguay y Brasil que pueden ser tomados como ejemplos, según Elarqa, de lo que puede hacerse en esa materia, aun apelando a los reciclajes.


MIRANDO HACIA EL NORTE

Nobleza obliga: en esta primera entrega de la revista en español y portugués, la piece de bravoure de toda la edición es una extensa entrevista a Paulo Mendes da Rocha (n. 1928) uno de los nombres rutilantes de la arquitectura norteña y un hombre con ideas muy sólidas según se desprende de la inquisición perpetrada por los arquitectos Ruth Verde Zein, Mario Biselli, y el editor de Elarqa, Julio Gaeta, en el estudio del técnico en San Pablo.

Autor del reputado Museo Brasileño de Escultura (Mu-BE, 1986-1995), de la impensable Tienda Forma (1987-1994) y del Centro Cultural Fiesp (1997-98), algunos de los ejemplos paulistas que lo pintan de cabeza entera, Mendes da Rocha es, además, un hombre de ideas originales y muy atractivas. Cuando los entrevistadores le revelan haberse sentido dentro de una escultura al visitar el MuBE, Méndez da Rocha se despacha:"Yo quisiera ser escultor. Es una profesión más tranquila que la de arquitecto, con menos contacto con los clientes. Yo siento mucha envidia por los artistas independientes, que pintan y esculpen lo que quieren."

Como si no hubiera sido suficientemente claro, agrega:"Nuestra actividad de arquitecto es muy amarga... cada realización es toda una aventura, un inmenso desafío con la sociedad, y por otro lado está la gran cuestión de la arquitectura: la transformación."


Más adelante, esa conversación a cuatro puntas rescata otra juiciosa reflexión del arquitecto brasileño cuando se le recuerda que en sus obras hay un recurso permanente de que el espacio fluya, entre y vuelva a salir, preocupación de muchos arquitectos y escultores.El entrevistado se define:"No fue un punto de partida; es más, de algún modo intenté evitar cualquier cosa que fuera escultórica. Pero es una escultura de gran escala, (ahí está) y como museo, es un museo sobrio que deja vivir mucho la obra de arte, es todo lo contrario al concepto que hay en la Gare d´Orsay de París, donde la arquitectura compiet con las obras expuestas."

Este homenaje regional a uno de sus grandes se redondea con una precisa complementación gráfica de cortes, planos y sobre todo fotografías que muestran muy claramente las garras de Paulo Méndes da Rocha.


MIRANDO PARA ENFRENTE

Si alguien nombra a Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, serán muy poquitos los que sabrán que se trata de una de las personalidades más peculiares del arte argentino, un señor que entre 1912 y 1924 hurgó por todo el mundo y luego de atravesar los arrumacos de William Blake y del simbolismo, volvió a Buenos Aires, afirmó su contemplación del universo, se hizo visionario espiritual y astrólogo, edificó pequeñas metáforas en cuadros hoy muy buscados y pasó a la posteridad con un nombre perfecto para su personalidad: Xul Solar. Su íntimo amigo Jorge Luis Borges - que iba en su busca varias veces a la semana - llegó a decir de él: "Todo lo estudiaba y todo lo renovaba."

No es de su amistad con Borges que escribe el arquitecto Pablo Tomás Beitia, sino de una propuesta de espacio cultural, que al igual que su mentor, muy pocos conocen. Se trata del Pan Klub, un museo urbano americano, como lo define Beitia.

Todo empezó con la idea de un proyecto cultural en una casade altos en el barrio de Palermo, una construcción de 1880 que, como dice Beitia, fue en realidad "un club de artistas y pensadores que, desde los rincones de la urbe bulliciosa y agigantada, acudían a la tertulia creadora."

Mientras el anfitrión no paraba con sus reflexiones y su pintura, la casa exhalaba "un clima de laboratorio de artes y ciencias, un refugio metafísico que la intimidad cotidiana del artista-astrólogo le otorgaba con naturalidad."

En 1939, el 25 de noviembre, Xul Solar hizo nacer el Pan Klub, cenáculo que funcionaría hasta la muerte del artista en 1963. Su viuda, Micaela Cadenas de Schulz Solari, se encargaría respetuosamente de mantener el recuerdo de su marido y de la entrañable casa de la calle Laprida 1212-1214.


Hoy 1999, esa casa puede ser visitada y puede deparar muchas sorpresas, sobre todo para los viajeros (o turistas) que suelen huir de los circuitos turísticos.

En 1986 la señora de Schultz creó la Fundación Pan Klub, donde se custodia la totalidad del legado filantrópico de Xul Solar (era un hombre profundamente generoso), la totalidad de sus obras y sus pertenencias. Ahí es el momento en que entran en juego los arquitectos y recicladores.

"El proyecto de remodelación y ampliación fue concebido interpretando la particular cosmovisión pictórica de Xul Solar y recreando en el gran salón las percepciones de la especial condición de interioridad de la manzana porteña."

Además de ese enfoque, según Beitia, hubo otras ampliaciones del inmueble original que incluyen sala de proyecciones, un pequeño teatro rodante en cuatro módulos independientes y donde no faltan los más precisos equipamientos de una sala teatral.

Es de destacar que en esta remodelación (inaugurada en mayo de 1993), hay algo emocionante: "La vivienda de Xul, mantenida intacta y visible, se integra a los recorridos alternativos del museo; allí se conservan la biblioteca, el mobiliario y los ambientes que fueron y son el centro vital de las reuniones del Pan klub."

El que se acerque a esa vivienda, seguramente alguna vez tendrá que ayudar a un ciego eminente a subir o bajar las escaleras.


MIRANDOSE EN EL ESPEJO

Hay una buena cuota para Uruguay en la última edición. Abre el arquitecto Gabriel Peluffo (n. 1946) con consideraciones de orden universal, llegando a esta tierra a partir de una reflexión sobre los intentos decreación de plateaux culturales y tirando un primer ejemplo que parece muy lejano: "En el mes de noviembre de 1963 los arquitectos Groissman y Lorenzo acababan de diseñar la sala de exhibiciones de arte de General Electric de Montevideo."

Esa impronta es catalogada por el ensayista como una "festiva y fugaz convergencia entre "arte culto" y "styling", pasando líneas más adelante a tirar líneas sociológicas sobre una época en la que se respiró un "incontenible empuje de transformación social, político y cultural" entre otras consideraciones más aptas para una revista de sociología política que de arquitectura y diseño. Es un texto muy denso y demasiado encomillado (demasiadas citas en inglés y francés, demasiadas llamadas aclaratorias) que frenan la impronta de la edición hasta la página 30.


VOLVIENDO A NUESTROS CORDEROS

En la página 38 se lee:"No sabemos qué es el arte, ese modo singular de comunicar que ha acompañado al hombre a lo largo de su historia,,, La arquitectura es creación de espacios que en ciertas ocasiones funcionan como escenarios de cultura."

Enfrentada, una foto a toda página del Departamento de Cultura del Ministerio de Cultura de la calle San José 1116. Es la apertura para una propuesta de Seis obras ejemplarizantes según la entrega.

Sigue el homenaje brasileño a Paulo Méndes da Rocha y se analiza en textos y fotos el impacto del Centro Cultural Fiesp (San Pablo, 1997-98), que entre otros primores alberga un magnífico jardín diseñado por Burle Marx en uno de sus últimos trabajos y que resintió en cierto momento la amistad entre el arquitecto y el paisajista. A no temblar: los dos artífices lleagron a un acuerdo y el resultado está a la vista.

Todo el mundo lo sabe pero no está de más repetirlo: el proyecto original, la base del actual Departamento de Cultura del MEC, San José 1116, pertenece a Luis García Pardo, que lo proyectó para BP Color (el viejo Bien Público cuando fue maquillado). En 1996 se llamó a concurso para una transformación del edificio, del que fueron ganadores los arqueitectos Martha Kohen, Ruben Otero y Mario Mañana, con los asquitectos colaboradores Pablo Frontín y Diego López de Haro.

Hoy, es imposible reconocer prácticamente nada del viejo diseño de García Pardo. Es como si los autores actuales hubieran partido desde cero para conseguir un auditorio, dos salas de exhibición, dos espacios de usos múltiples y un todo que exhala una serenidad y un equilibrio no muy comunes en este tipo de empresas. Sus espacios de exhibición, sobre todo, son altamente respetuosos de la obra que por allí pasa.

En 1915 la barriada del Cerro festejó la apertura del Cine Teatro Apolo, que fue declinando con los años hasta que en 1962 pasó a propiedad del municipio.

Muchos años, después, en 1992, vio la luz el Centro Cultural Florencio Sánchez, nombre que tuvo ese teatro en sus últimos estirados años.

Según Elarqa, lo propuesto por el arquitecto Jorge Vázquez y sus colaboradoras Silvia González e Irene Lois, se preocupó por potenciar "los valores espaciales y formales del edificio, conservar su fachada y otros elementos testimoniales participativos de la memoria colectiva del barrio."

La única alteración extrerna del viejo teatro ha sido el amplio vano que vincula al
hall con el espacio público.

El Parque de Esculturas Edificio Libertad (Enrique Benech, 1989-1996-1998); el Subte Municipal (Rafael Lorente Mourelle, 1996) y la Casa de la Cultura Mario Quintana (Kiefer y Gorsky, 1990, Porto Alegre) cierran la propuesta de Seis obras representativas de los espacios culturales de Elarqa.

En todas ellas hay una clara intención de diseñar un espacio protagonista donde antes sucedían otras cosas que no fuera la expresión de arte como gesto exclusivo. En todas ellas, impera un diseño contemporáneo a ultranza, pese a que parten de puntos muy diferentes: Benech de un descampado, Lorente de un ombligo urbano vinculado a las artes tangencialmente y los brasileños a partir de un inmueble que fue hotel desde 1910 y que por lo tanto respira en su fachada un aire de arquitectura emparentada estilísticamente con ejemplos europeos vinculados al Art Nouveau.

Basta pasar las páginas de Elarqa (o visitar esos lugares) para encontrar en todos ellos una suerte de respiración común: un aliento modernizador sereno (como ocurre especialmente con el MEC) y quizás por eso mismo más incitador a la contemplación y a la reflexión en términos de contemporaneidad.

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